
CANTARES...

Todo pasa y todo
queda,
pero lo nuestro es
pasar,
pasar haciendo
caminos,
caminos sobre el
mar.
Nunca persequí la
gloria,
ni dejar en la
memoria
de los hombres mi
canción;
yo amo los mundos
sutiles,
ingrávidos y
gentiles,
como pompas de jabón.
Me gusta verlos
pintarse
de sol y grana,
volar
bajo el cielo azul,
temblar
súbitamente y
quebrarse...
Nunca perseguí la
gloria.
Caminante, son tus
huellas
el camino y nada más;
caminante, no hay
camino,
se hace camino al
andar.
Al andar se hace
camino
y al volver la vista
atrás
se ve la senda que
nunca
se ha de volver a
pisar.
Caminante no hay
camino
sino estelas en la
mar...
Hace algún tiempo en
ese lugar
donde hoy los
bosques se visten de
espinos
se oyó la voz de un
poeta gritar
"Caminante no hay
camino,
se hace camino al
andar..."
Golpe a golpe, verso
a verso...
Murió el poeta lejos
del hogar.
Le cubre el polvo de
un país vecino.
Al alejarse le
vieron llorar.
"Caminante no hay
camino,
se hace camino al
andar..."
Golpe a golpe, verso
a verso...
Cuando el jilguero
no puede cantar.
Cuando el poeta es
un peregrino,
cuando de nada nos
sirve rezar.
"Caminante no hay
camino,
se hace camino al
andar..."
Golpe a golpe, verso
a verso.

YO VOY SOÑANDO
CAMINOS

Yo voy soñando
caminos
de la tarde. ¡Las
colinas
doradas, los verdes
pinos,
las polvorientas
encinas!...
¿Adónde el camino
irá?
Yo voy cantando,
viajero
a lo largo del
sendero...
-La tarde cayendo
está-.
"En el corazón tenía
la espina de una
pasión;
logré arrancármela
un día;
ya no siento el
corazón."
Y todo el campo un
momento
se queda, mudo y
sombrío,
meditando. Suena el
viento
en los álamos del
río.
La tarde más se
oscurece;
y el camino que
serpea
y débilmente
blanquea,
se enturbia y
desaparece.
Mi cantar vuelve a
plañir;
"Aguda espina dorada,
quién te pudiera
sentir
en el corazón
clavada."

LA SAETA

Dijo una voz
popular:
Quién me presta una
escalera
para subir al madero
para quitarle los
clavos
a Jesús el Nazareno?
Oh, la saeta, el
cantar
al Cristo de los
gitanos
siempre con sangre
en las manos
siempre por
desenclavar.
Cantar del pueblo
andaluz
que todas las
primaveras
anda pidiendo
escaleras
para subir a la cruz.
Cantar de la tierra
mía
que echa flores
al Jesús de la
agonía
y es la fe de mis
mayores
!Oh, no eres tú mi
cantar
no puedo cantar, ni
quiero
a este Jesús del
madero
sino al que anduvo
en la mar!.

HE ANDADO MUCHO
CAMINOS

He andado muchos
caminos,
he abierto muchas
veredas,
he navegado en cien
mares
y atracado en cien
riberas.
En todas partes he
visto
caravanas de
tristeza,
soberbios y
melancòlicos
borrachos de sombra
negra,
y pedantones al paño
que miran, callan y
piensan
que saben, porque no
beben
el vino de las
tabernas.
Mala gente que
camina
y va apestando la
tierra...
Y en todas partes he
visto
gentes que danzan o
juegan
cuando pueden, y
laboran
sus cuatro palmos de
tierra.
Nunca, si llegan a
un sitio,
preguntan adònde
llegan.
Cuando caminan,
cabalgan
a lomos de mula
vieja,
y no conocen la
prisa
ni aun en los días
de fiesta.
Donde hay vino,
beben vino;
donde no hay vino,
agua fresca
Son buenas gentes
que viven,
laboran, pasan y
sueñan,
y en un día como
tantos
descansan bajo la
tierra.

EL VIAJERO

Está en la sala
familiar, sombría,
y entre nosotros, el
querido hermano
que en el sueño
infantil de un claro
día
vimos partir hacia
un país lejano.
Hoy tiene ya las
sienes plateadas,
un gris mechón sobre
la angosta frente;
y la fría inquietud
de sus miradas
revela un alma casi
toda ausente.
Deshójanse las copas
otoñales
del parque mustio y
viejo.
La tarde, tras los
húmedos cristales,
se pinta, y en el
fondo del espejo.
El rostro del
hermano se ilumina
suavemente. ¿Floridos
desengaños
dorados por la tarde
que declina?
¿Ansias de vida
nueva en nuevos años?
¿Lamentará la
juventud perdida?
Lejos quedó —la
pobre loba— muerta.
¿La blanca juventud
nunca vivida
teme, que ha de
cantar ante su
puerta?
¿Sonríe al sol de
oro
de la tierra de un
sueño no encontrada;
y ve su nave hender
el mar sonoro,
de viento y luz la
blanca vela hinchada?
Él ha visto las
hojas otoñales,
amarillas, rodar,
las olorosas
ramas del eucalipto,
los rosales
que enseñan otra vez
sus blancas rosas...
Y este dolor que
añora o desconfía
el temblor de una
lágrima reprime,
y un resto de viril
hipocresía
en el semblante
pálido se imprime.
Serio retrato en la
pared clarea
todavía. Nosotros
divagamos.
En la tristeza del
hogar golpea
el tic-tac del reloj.
Todos callamos.

INVENTARIO GALANTE

Tus ojos me
recuerdan
las noches de verano,
negras noches sin
luna,
orilla al mar salado,
y el chispear de
estrellas
del cielo negro y
bajo.
Tus ojos me
recuerdan
las noches de verano.
Y tu morena carne,
los trigos
requemados,
y el suspirar de
fuego
de los maduros
campos.
Tu hermana es clara
y débil
como los juncos
lánguidos,
como los sauces
tristes,
como los linos
glaucos.
Tu hermana es un
lucero
en el azul lejano...
Y es alba y aura
fría
sobre llos pobres
álamos
que en las orillas
tiemblan
del río humilde y
manso.
Tu hermana es un
lucero
en el azul lejano.
De tu morena gracia
de tu soñar gitano,
de tu mirar de
sombra
quiero llenar mi
vaso.
Me embriagaré una
noche
de cielo negro y
bajo,
para cantar contigo,
orilla al mar salado,
una canción que deje
cenizas en los
labios...
De tu mirar de
sombra
quiero llenar mi
vaso.
Para tu linda
hermana
arrancaré los ramos
de florecillas
nuevas
a los almendros
blancos
en un tranquilo y
triste
alborear de marzo.
Los regaré con agua
de los arroyos
claros,
los ataré con verdes
junquillos del
remanso...
Para tu linda
hermana
yo haré un ramito
blanco.

ANTONIO MACHADO

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